Hace ya siete años se editó el libro Metodologías teatrales aplicadas a las nuevas dramaturgias contemporáneas; una publicación surgida de un Congreso que reunió a más de treinta personas relacionadas con el teatro (autores, investigadores, profesores y actores). Fui editora literaria de aquel libro junto con Remei Miralles y Josep Lluís Sirera (director de aquel congreso), pero también participé en él con un artículo titulado Nuevas fórmulas en la investigación teatral. Hablaba en él de cómo obtendrían información sobre estrenos teatrales, éxito teatral, reposiciones, etc. los futuros investigadores. Si lo harían solo remitiéndose a la prensa, como habíamos hecho hasta ese momento, o buscarían también en redes sociales, blogs o webs dedicadas al teatro y hasta qué punto esa información tendría o no validez (para mí imprescindible en un análisis real). Esta reflexión se puede extrapolar al ámbito literario. Cada día en redes sociales aparecen críticas, reseñas u opiniones de los últimos libros publicados, o de clásicos que se releen desde una perspectiva diferente a la de cuando se publicaron. Las realidades cambian. Fenómenos como el de 'bookstagram' o 'booktuber' no podrán ser negados en el futuro. Algunas de las cuentas más conocidas llegan a alcanzar seis millones de visitas; por tanto, deberían ser un referente en el futuro de las investigaciones literarias (o teatrales). Quizá sea así y, pasados los años, las décadas, se considerarán estas reseñas como punto de investigación o, tal vez, nadie las tendrá en cuenta para realizar un análisis crítico sobre la literatura de las segunda década del XXI.
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