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Nada, Carmen Laforet

Carmen Laforet. Si dices este nombre, sobran las palabras, las presentaciones. Ganadora, a sus veintitrés años, del Premio Nadal con Nada (según la crítica, su mejor obra), Laforet es un referente dentro de la narrativa de la segunda década del siglo XX que revolucionó el panorama literario de la posguerra española. Esta fue su primera novela en la que, de alguna manera, se ve reflejada la sociedad que ella misma encontró cuando, justo al acabar la guerra civil, se trasladó a Barcelona a estudiar Filosofía y Letras. ¿Dónde se alojaba? En casa de sus abuelos, que vivían en la calle Aribau, donde está ambientada la novela. Realidad y ficción se funden, aunque la propia autora desmintiera en más de una ocasión que fuera una novela autobiográfica.

Andrea, su protagonista, llega a Barcelona para estudiar en una época convulsa en el que nada es como uno hubiera imaginado mientras, en la cama despierta, pensaba en un futuro prometedor. La realidad, como en la mayoría de las ocasiones, truncó esa fantasía adolescente. La ansiada libertad ante la llegada a una capital es sometida, de pronto, a un constante asedio del que es imposible desprenderse. La tensión en casa de esos familiares que la acogen es insostenible y contrasta, de alguna manera, con sus relaciones en el ámbito universitario, donde Andrea puede ser ella misma. Antagonistas, pues, la familia y la universidad. La primera repleta de odio, hambruna, suciedad y violencia. La segunda, juventud, intelectualidad, libertad.

En la universidad, además, conoce a Ena quien acabará desempeñando un papel fundamental en la vida de Andrea, pues será con ella, con quien descubra el mundo exterior, el que hay más allá de las paredes en las que vive, más allá de las normas impuestas. Andrea, pues, debe decidir a qué sociedad quiere pertenecer. Deberá decidir si esa sociedad conservadora, que acata los preceptos franquistas, que la obligan a ser madre, a ser esposa, a no ser; esa sociedad que no ve la hambruna a la que es sometida toda la población es por la que ella quiere luchar.

Nada está repleta de diálogos sencillos que no interfieren en la calidad de la novela; muy al contrario, son una muestra de ese intimismo a que la autora nos quiere llevar. Con esta obra, Laforet nos describe esa Barcelona franquista, pero lo hace de manera singular, a través de sensaciones y emociones que el lector llega a percibir hasta el punto de sentir lo mismo que la autora.

David Trueba dice de ella: “hay pocas novelas en la España de ese tiempo que cuenten tan bien el extrañamiento y la fuga hacia el interior en un país imposible. Me temo que tras escribirla, solo era posible el silencio y la amargura”.




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