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Los hombres que no amaban a las mujeres, Stieg Larsson

"Todas las personas ocultan secretos. Solo es cuestión de averiguar cuáles son". Esta podría ser la frase que resumiera Los hombres que no amaban a las mujeres, novela de suspense escrita por el fallecido Stieg Larsson, y primera de su trilogía Millennium. Repleta de historias que se cohesionan a lo largo de la narración, y que conectan el pasado con un presente nada agradable para su protagonista, Mikael Blomkvist. Desde el principio intuimos cuál es el engaño al que va ser sometido y que provocará consecuencias inesperadas para este periodista. Impertinente con los economistas de la época, acaba por caer en su propia trampa, lo que le llevará a un exilio que le garantiza la supervivencia del periódico en el que trabaja con su amiga, amante y compañera Erika Berger.

En ese lugar (idílico), se le presenta un anciano Henrik Vange que busca al asesino de su sobrina y que es quien le da la clave para acabar con su adversario Erik Wennerström (por él deberá ingresar en prisión tres meses). Entre legajos del pasado surge una relación amistosa entre ambos personajes que llevará al propio Mikael a descubrir quién es Harriet Vanger y por qué alguien decidió hacerla desaparecer décadas atrás.

Para hacer frente a toda la información que tiene y a toda aquella que necesita, Mikael contrata a Lisbeth Salander, quien acaba por convertirse en su mayor confidente. Y él, por su parte, el único hombre en el que ella confiará. Su pasado (y presente) alejado de los convencionalismos les lleva a mantener una relación particular que se mantiene a lo largo de la novela.

Todas estas historias se entremezclan entre sí, con un fondo común: el fraude financiero y el terrible pasado de una familia industrial sueca. Junto a ellos, una serie de tríadas de personajes encierran la trama policial: Mikael Blomkvist, Hans-Erik Wennerström, Henrik Vange; Mikael Blomkvist, Lisbeth Salander, Erika Berger; y Henrik Vanger, Harriet Vanger, Anita Vanger.

Una narrativa sencilla, nada compleja que, por extraño que parezca, te obliga a permanecer pegada a sus líneas, a sus historias. No pensé que una novela de estas características pudiera mantenerme en vilo, me hiciera despertar en la noche queriendo leer unos capítulos más, o me robara horas de tedio para conocer a sus personajes. Desde el inicio, pues, quedas cautivada por esa imbricación de historias, por cómo va a conseguir el autor enlazar las unas con las otras, descubrirle al lector, sin revelarle, qué es lo que ocurre lejos de sus ojos. Si eres lectora avispada sabrás perfectamente qué esconden cada uno de los personajes y quién engaña a quién. Aun así te atrapará su historia, conocer si el desenlace que se dibujaba en tu cabeza es el correcto, si no fuiste lo suficientemente listo para ver más allá de lo que hay escrito entre sus líneas. Por eso lo más interesante no es lo que se narra sino por qué se narra; no es la narrativa sencilla sino hacia dónde te conduce esta. Porque si el principio del libro es apasionante, llega un momento en que el caso que investigan Mikael y Lisbeth se convierte en una historia poco atractiva y termina con una resolución bastante sencilla que ralentiza la trama. Claro que, llegados a ese punto, quieres saber más y no dejas de leer. Sobre todo porque de lo que no quieres perder detalle es de la historia que envuelve a esos dos dispares investigadores que nada tienen en común. Porque esa es, a nuestro parecer, la verdadera historia que quiere contar Larsson.



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