Juan José Millás comenta en una entrevista: "A mí lo que me saca de la cama no son las ganas de escribir, sino la culpa de no hacerlo. Escritura y culpa, he ahí un tema."
No sé si a las personas que os dedicáis a este oficio os pasa como al maestro. A mí, personalmente, me ocurre más de lo que me gustaría. Y el problema viene cuando, pese a salir de la cama, no tienes tiempo (lo llaman la vida) para esa escritura que te golpea fuerte.
En esos días soy capaz de sentir la ansiedad en el cuerpo, de saber que quiero y no puedo, que hay momentos en los que me gustaría escaparme a una casa, aislada del mundo, y escribir, escribir y escribir. Imagino que, después, echaría de menos eso que ahora, como dice la canción, echo de más. Sin embargo, las ganas de contar historias son poderosas. Y si no cumplo, no solo acecha la culpa, sino que, en la tranquilidad de la noche, me despierto pensando en lo que no hice y empiezan a surgir ideas. Ese momento es horrible. Sé que si me muevo desaparecerá la historia; aunque también sé que si no me levanto, parte de esa narración se perderá cuando llegue la mañana. Casi siempre permanezco en la cama e intento retener la máxima información.
También me siento culpable si no leo demasiado, porque eso significa que no soy capaz de prestar atención al oficio al que me dedico. Y pienso, si no leo yo, ¿quién me leerá a mí? Así que cojo un libro y me pongo a ello. Entonces la culpa me llama y me pregunta por qué no utilizo esos minutos para escribir. Le contesto que para ser un buen escritor debo leer, pero se instala en el cuerpo una especie de inquietud por no aprovechar el tiempo.
Y qué decir de cuando te sientas por la noche a ver la televisión. Ni lees ni escribes. Eso sí es un pecado mortal. ¿Es o no es horrible ser escritor? Sonrío mientras escribo estas líneas. Aunque os aseguro que puede llegar a ser muy inquietante. Y si no, leed estas palabras de Juan José Millás: “Cuando uno se proyecta como escritor, se declara al mismo tiempo culpable, aunque en ese momento no sea consciente de ello. Culpable de dejarlo para mañana, culpable de no hacerlo bien, culpable de no ser un genio, culpable de estar en la cama o enfrente de la tele en vez de frente al escritorio, culpable de no satisfacer tus expectativas ni las de quienes te quieren (o te odian), culpable de escribir a mano, de escribir a máquina, a ordenador, culpable de dictar, culpable de no leer lo suficiente, culpable de no ganar el Nobel. No hay ninguna otra actividad que produzca tanta culpa. Ni tanta desculpa, es cierto, cuando sacas adelante una buena página.” (Entrevista realizada después de la publicación de su novela La vida a ratos (Alfaguara, 2019)
Puedes leer esta maravillosa entrevista si pinchas aquí.
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