Escribir una novela. El primer borrador (II)
- Roseta
- 30 jun
- 2 Min. de lectura
El primer borrador es casi una persecución. Sale de lo más profundo, del inconsciente consciente. No es una obra; quizá hay genios que con ese primer instante tienen una novela, no es mi caso. Al revés, estoy muy lejos de crear una, quizá si hay suerte, buena historia.
El primer borrador es un impulso. Alguna escena que se ha agarrado a la cabeza, un atisbo de personajes y escenarios.
Es el "momento estómago", que salga todo, en un profundo caos, que vengan personas, vidas, cotidianidades. Que aparezcan sus miedos, palabras y frases que, con el pasar de los días, ya no te convencerán. Atisbos, entonces también, de protagonistas. Algunos se aferran a la historia, otros se van. Los hay que aparecen para ayudarte en la trama, pero se imponen a ese papel secundario. Te dicen, "ya no me voy a ir". Son ellos y su primera esencia.
Escribo este borrador para sobrevivir a la imagen. Para entender de dónde viene ese temblor primero, por qué quiero escribir esta novela. ¿La quiero compartir o es solo para mí? Necesito escuchar a los personajes, necesito conocer su mundo antes de entrar en él.
Porque cuando me agarran la mano, ¡ay!, ya no hay filtro. Solo existe el ruido de su mundo.
No me paro a pensar demasiado, pendiente como estoy de transitar por sus vidas, de no perder detalle, de observarlos.
Hay frases inconexas. Repeticiones. Personajes que aparecen sin nombre, o con dos nombres. Escenas que no llevan a ninguna parte. Y, sin embargo, hay verdad, la suya; la que nace del desgarro, de la esencia.
Hay algo tremendamente hermoso en esa escritura sin vergüenza.
A veces escribo de madrugada, con el pensamiento. Entre el sueño y la vigilia.
A veces lo hago en una libreta. Cerca siempre un café.
A veces desde una tristeza que ni yo entiendo.
Y escribo. Escribo sin corregir.
Porque si me paro a pensar, les arrebato su esencia, su aprendizaje y su lugar en la historia.
Lo sé. Después habrá tremendo trabajo.
Vendrán las revisiones, muchas. Las tijeras. La duda. Colocar la trama y su cronología.
Pero ahora, solo necesito que esta historia respire, que cobre vida.
Porque hay algo que aprendí hace tiempo:
una historia que no se sueña, no se escribe nunca.
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