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El caos: mi compañero de viaje en la escritura

Foto del escritor: RosetaRoseta

Estoy en ese momento de la escritura que el maestro King dice debe hacerse a puerta cerrada. A mí me cuesta no preguntar si voy bien encaminada, si tiene sentido lo que se cuenta en ese bloque, si se entiende la trama (a falta, claro está, de otros tantos capítulos y unos cuantos libros más por consultar).

Vaya, que tiene razón Stephen King cuando dice que hay que escribir a puerta cerrado si queremos que alguien nos lea con coherencia. Porque el caos, ese compañero amigo, solo lo entiendes tú (o yo, en este caso) y parece bastante complicado que alguien se meta en tu cabeza para saber por qué necesitas tener todos esos apuntes a mano, los capítulos revisados, los que no, los que estás ampliando, los que llegarán. Por qué hay tres colores en una novela si solo te la van a imprimir en blanco y negro.

El caos.

Escribir es un arte que, a menudo, se asocia con la calma y la concentración. Sin embargo, el proceso de escritura, al menos para mí, es un torbellino de emociones, ideas y, sí, caos. Desde el primer momento, ese que llaman de inspiración, hasta el último punto final, el camino está lleno de giros inesperados. Historias de personajes que aparecen y no tienen fin (las escribo, por si acaso; porque si un protagonista me dice "aquí estoy", casi siempre suelo prestarle atención. Él sabrá por qué ha venido y si piensa quedarse en mi mundo, o mejor decir, en el suyo).

Para no perder detalle, cada vez que inicio una sesión, dejo sobre la mesa todo el material. El que fluye de noche y no sabes si entrará en la historia, el que ya crees que está revisado y cerrado, por eso ha pasado de la libreta a la pantalla, los apuntes de meses de investigación... El ordenador con la trama diferenciada por colores. Las impresiones con los capítulos, sí esos que dijiste que estaban cerrados, pero que, en la relectura, crecen por los lados y se convierten en apuntes a lápiz (es mucho más fácil borrar el grafito).

El caos puede manifestarse de muchas formas, ya lo veis. En mi cabeza, como os he contado tantas veces, la escritura se teje por impulsos. He aprendido que es parte de mi proceso, dejar que todo venga, a su ritmo, con la calma que necesiten los personajes, con su historia, contada a ratos. A veces les cuesta soltar su verdad, y no seré yo quien los obligue a que hablen antes de hora. Ellos mandan.

Este caos es, en realidad, una parte esencial de mi escritura.

Cuando nos permitimos abrazar el desorden, abrimos la puerta a nuevas posibilidades. Las mejores ideas, a menudo, han llegado en medio de la confusión. Es en esos momentos caóticos donde descubro conexiones inesperadas, protagonistas que no pensé, mundos que no entraban en el planteamiento.

También borro. Y tiro. Y deshago la escritura. Porque es necesario desprenderse de lo que no sirve, de los que nos agarrota y no nos hace vibrar.

Casi nunca me siento abrumada por el caos de la escritura, para mí es un compañero de viaje que me permite explorar, experimentar y, sobre todo, disfrutar del proceso. Al final, cada palabra escrita, ya sea en medio del caos o en la calma, es un paso más hacia la historia que os quiero contar.


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