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Foto del escritorRoseta

De Hiroshima y Nagasaki

De Hiroshima y Nagasaki. Con ese título tan sugerente llegamos al teatro. Quizá se piense que esta obra dramática aborda un conflicto pasado y tan lejano que parece nunca fue nuestro. Los primeros bombardeos sobre estas ciudades sucedieron un 6 de agosto de 1945; el mismo día, de un año cualquiera, se reúnen los presidentes de la nación para debatir sobre el futuro incierto de un país.

En muchas ocasiones se cumple aquello de «el aleteo de una mariposa en Vietnam puede causar un terremoto al otro lado del mundo». Y no es porque esta historia ocurra lejos de nosotros, al contrario, es porque cualquier decisión que tomen unas personas de traje y corbata nos va a afectar a nosotros, que tan lejos estamos de su mundo y sus circunstancias, que todavía no acabamos de entender. ¿Salvar inmigrantes en una patera? Sencillo, ¿verdad? Pues no lo es tanto si de ello depende rascar unos pocos votos que den cuatro años más en el gobierno.

En eso consiste la manipulación, en hacerse con el poder, cueste lo que cueste.

Con esta premisa nació hace doce años De Hiroshima y Nagasaki; una producción que ha vuelto para demostrarnos que el tiempo no lo cura todo. Y el mal político, menos aún.

Dos asesores, una funcionaria. Tres amigos de la facultad. Hoy, tres “enemigos”. Y subrayo esas palabras porque, cuando les interesa, se ayudan, se salvan, se cuidan. Pero cuando ya no se necesitan se machacan, se corrompen, se mutilan. Así se vive la política, la de ellos que quisieron ser presidentes y no llegaron; la de los que sí lo consiguieron y son vilipendiados por sus mismos asesores.

Nada nuevo.

El tono que emplean los políticos, los temas, los apretones de manos, los chantajes… todo está plasmado en este montaje que no te deja indiferente. Risas, sí, pero también reflexión, mucha, sobre una clase política que utiliza un discurso repetido hasta la saciedad, unas frases que creen quiere escuchar su electorado. Palabrería para inundar páginas de medios de comunicación “amigos o enemigos”cuando su discurso es bien diferente de espaldas a la galería.

Este montaje teatral arranca en una reunión entre el presidente del partido y el de la oposición que nosotros no vemos, pero de la que somos conocedores por sus asesores a los que observa una funcionaria, antigua compañera de ellos, también amante, que en su día aspiraba a ser la primera presidenta del gobierno.

Todos han cambiado; los tres han renunciado a unos ideales de juventud.

El texto creado a cuatro manos entre Jerónimo Cornelles y Chema Cardeña da buena cuenta de la trayectoria de ambos dramaturgos. Repleto de giros, sátira y también, cómo no, de unas historias reales que nos envuelven a diario y a las que, parece, nos hemos inmunizado.

Jerónimo Cornelles, Rafa Alarcón y Yolanda Muñoz brillan en el escenario. Te crees su historia, su representación de una farsa política que tanto juego da. Las risas acompañan sus movimientos, sus frases, sus repeticiones.

Las risas que empañan esa tristeza ante una clase política desmembrada, tocada y que antepone la imagen a la vida.



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