Escribir una nivola es algo a lo que aspiro. Aunque hay días en los que pienso que algo hay de Augusto Pérez en cada uno de mis personajes. Me gusta crear realidad en la ficción. Contar historias, imaginar mundos. Hay momentos en los que esas vidas duelen y otros, en que la risa lo invade todo.
Una nivola es algo más, lo sé. Quizá Unamuno sea uno de mis escritores predilectos, la filosofía que impregna toda su obra en la que habla del pensamiento profundo sigue obligándome a reflexionar sobre el ser humano.
Augusto Pérez es el protagonista de Niebla , un personaje atormentado por su propia existencia y por la búsqueda de sentido en un mundo caótico. Y aquí es donde Unamuno utiliza la nivola como un medio para explorar las complejidades de la vida y la muerte. La búsqueda de identidad y su lugar en el mundo.
Y creo que, de alguna manera, mis novelas se llenan con esas ideas y su concepto de literatura. Romper las convenciones. Las reglas. Jugar.
A fin de cuentas, lo mejor de la escritura es divertirse, retarse en el proceso. Buscar nuevas formas de contar historias.
Miguel de Unamuno, hoy, todavía es inspiración.
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