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  • Foto del escritorRoseta

Inteligencia Artificial

No sé si también os pasa, pero últimamente me llegan muchos mensajes de ofertas para descargarme nuevas IA. Supongo que después de escuchar un programa en la radio en la que hablaban del asunto, pronuncié demasiadas veces la palabra Inteligencia Artificial, y ya Google se encargó del resto. Da miedo, ¿eh?

Me picó la curiosidad, si os soy sincera, que una máquina pudiera crear un texto a partir de unos datos que yo le diera. Hice la prueba, obviamente. El resultado, fantástico... La IA descubrió cuáles eran mis sueños y los había volcado en aquel texto. Una obra de teatro que se había estrenado en Madrid, en dos salas diferentes, y había tenido un gran éxito. No se parecía en nada a la realidad, pero a quién le importan esas menudencias en los tiempos que corren.

Ya avisaba el dueño de la plataforma en cuestión que servía sobre todo para los gestores de redes (vamos, Community Manager). Facilitaba, en palabras suyas, no tener que pensar siempre cómo hacer una entrada, porque te la generaba la IA y sobre eso, a trabajar. Avanzaba que, por supuesto, era una base y después había que machacar. Ahí ya, tras aquel resultado fantástico y estas palabras, me vine un poco abajo. Si al final iba a tener que echarle horas, no veía el beneficio. A mí lo que me interesaba era que la IA me hiciera el trabajo de redes y yo me dedicaba a escribir. Parece que no funciona así.

La cuestión es que ya me había hecho ilusiones, me veía cual escritora con mi copa de vino, mi traje de noche y mi máquina de escribir (como nos ponemos de diario, vaya) y a pasar las horas sin preocuparme de ir generando ideas para redes sociales.

YO LO QUE QUIERO ES ESCRIBIR.

No hubo suerte.

Después me enteré de que había otras IA que te escribían una novela siempre que tú le dieras la premisa. Se me ocurrió probar... Va bien, no creáis. Pero a mí se me hace extraño decir, por una parte, que quiero escribir; y por la otra, dejar que lo haga una máquina. Máxime, cuando resulta que tengo que corregir y que, en mi prueba, no sacó el resultado que esperaba. En fin, que no. No lo acabé de ver. Sin embargo, en mi cabeza ya me dedicaba a estar en la playa (o en la montaña), tomando el sol, dando largos paseos y disfrutando de la vida.

Y ya me veis, aquí ando, haciendo pruebas.

Aunque Tara dice que no sabe cómo ha pasado de ser la protagonista de Cuando la vida te alcance a una mera “negra” (este apelativo, precisamente a ella, no le ha gustado mucho).

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