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  • Foto del escritorRoseta

El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald

Actualizado: 31 mar

Terminar de leer una novela y sentirte un poco huérfana es una especie de ritual que sucede con las buenas obras. Esto me ocurrió hace unas semanas con El gran Gatsby. Me hubiera gustado conocer a sus protagonistas mucho más, dejarme arrastrar por sus sentimientos y vivir unos años junto a ellos. El gran Gatsby me dejó así, un poco deshabitada. Me faltaron páginas y páginas de sus personajes. Tal vez sea el mérito de esta novela tan aclamada. Su construcción, su lenguaje, su forma de retratar una sociedad, me parecieron fascinantes. Pero quería más; mucho más.

Scott Fitzgerald logra que guardes su libro en la memoria. La visión del amor, la capacidad de amar y ser amado, de adaptarse, también de aprovecharse, son claves en esta novela. Su protagonista, Jay Gatsby, es un perdedor, pero de esos que nos gustan. De esos que han triunfado y han ganado, pero siguen siendo los grandes perdedores. De esos a los que les falta lo único por lo que de verdad hubieran vendido su alma. Su amor por Daisy Buchanan es su perdición. Una mujer que se nos dibuja con una cierta fragilidad, aunque también con una capacidad de adaptación, con una vitalidad que nos hace quererla y odiarla a partes iguales. Gatsby consigue dinero, tanto como para tener acceso a ese amor. Porque el dinero lo compra todo, incluso esa diferencia social que se instala en las clases. Derroche de dólares, un traje caro, un gran coche, una mansión, pueden recolocarte. De hecho lo hacen, y lo hace Scott Fitzgerald dibujando una época, la de los felices veinte, en la que casi todo era posible; incluso ser rico, inmensamente rico.

Aunque la clave de toda la historia pasa por averiguar quién es Jay Gatsby. Su fortuna, sus fiestas, su obsesión por Daisy, que son el motor de esta novela, no nos descubren sus orígenes, quién es el verdadero yo que se esconde detrás de tanto lujo. Ni su amigo, y narrador de esta historia, Nick Carraway, conoce al verdadero Gatsby. Lo hará, sí, pero empañado, difuminado por un cristal que no permite ver toda la realidad, la crueldad a la que se enfrentaría Gatsby; los tiempos difíciles que llegarían mucho antes de lo deseado.

Pese a todo, entre tanta riqueza, siempre puedes encontrar un alquiler por ochenta dólares en Long Island… Un alquiler que te permita ver y dibujar a unos seres mucho menos felices de lo que aparentan.



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